La capital portuguesa cuenta con diversos encantos turísticos. Desde su buen clima, a la menor masificación si es comparada con otras capitales europeas la convierten en un gran destino con un más que importante atractivo turístico si se busca pasar unos días tranquilos, aunque sin parar de hacer cosas. Un gran patrimonio cultural y artístico, unas calles que enamoran, unos lugares de ensueño y también unos emplazamientos cercanos a la ciudad que tampoco vale la pena perderse. Te ofrecemos algunas indicaciones para que aporveches al máximo tu escapada de cuatro días por la ciudad.

Primer día

Si disponemos de varios días para visitar la ciudad y sus alrededores, en primer lugar resulta básica e inaplazable la visita al centro histórico, emplazado junto al río Tajo. La ciudad, cubierta de colinas presenta sus distintos barrios, que pueden visitarse con visitas guiadas o por libre. A la hora de realizar los desplazamientos por Lisboa especialmente interesantes resultarán el tranvía (el tranvía 28 es el más utilizado para desplazarse por la ciudad) y los ascensores o elevadores presentes por toda la ciudad para salvar sus innumerables cuestas.

La visita empezará en la zona de La Baixa, la parte más céntrica y llana de la ciudad emplazada en las colinas que se encuentran ubicadas entre los barrios de Alfama y el Chiado. La arteria principal de esta barrio es la Rua Augusta, y la plaza más importante la Plaza del Comercio, la cual representa una de las imágenes más conocidas de portugal, con edificios de fachadas amarillas.

Elevador Lisboa

Al este de La Baixa se encuentra ubicado el barrio de La Alfama donde está emplazado el Castillo de San Jorge, también visita muy importante en el centro histórico. Este barrio es el más antiguo de Lisboa, conde se encuentra también otro de los reclamos turísticos que están repartidos por toda la ciudad, los maravillosos miradores, concretamente los miradores de Portas do Sol y Santa Lucía, y el río tajo al fondo. Martes y sábados  tiene lugar un tradicional mercadillo callejero local: la Feria da Ladra.

A continuación, el barrio del Chiado, cuna de los fados, es una de las zonas más populares de toda Lisboa y cuenta además con una gran tradición intelectual, con presencia de grandes bibliotecas o tradicionales cafés, como A Brasileira. Es también un emplazamiento con gran actividad comercial, ya que cuenta con el centro comercial Armazens do Chiado, y también con la presencia diversas franquicias de moda. Aquí debe visitarse también, y utilizarse como método de transporte, el Ascensor de Santa Justa, construido con una impresionante estructura de hierro y en cuyo trayecto se eleva por enciama de todo el barrio de la Baixa.

Posteriormente se continúa por el Largo de Camoes, desde donde se accede a El Barrio Alto, una zona popular en las noches para tomar algo y mantener una animada charla hasta altas horas.

Segundo día

Después de haber visitado ya el centro histórico de la ciudad puede resultar interesante dedicar el segundo día, de forma más ligera, aunque también se descubrirán lugares con gran patrimonio cultural, a visitar el popular barrio de Belém y el Parque de las Naciones. 

El barrio de Belém está ubicado a la orilla del río Tajo más bien hacia las afueras. Su importancia principal radica en el hecho de que en él se encuentran dos de los edificios históricos más importantes de la ciudad, de visita obligatoria.

El Monasterio de Los Jerónimos, edificio que fue construido para conmemorar el regreso del navegante Vasco de Gama, el cual se encuentra enterrado en el lugar, de su expedición a la India, y que cuenta con una iglesia y un interesante claustro.

La Torre de Belém, que se encuentra emplazada en el estuario del Tajo, y que fue pensada como torre de defensa y después mandada construir con la finalidad de lograr proteger Lisboa, pero que más tarde se convirtió en una gran aduana con faro.

Belém

En esta zona también hay que visitar el Monumento a los Descubridores, de 52 metros de altitud, el cual se contruyó  en conmemoración al quinto centenario de la muerte de Henrique Navegante, el que fuera descubridor de Las Azores, de Madeira y de Cabo Verde.

Cambiando de registro, vale la pena pasar a reponer fuerzas por la  Antiga Confeitaria de Belem, donde se podrán degustar los famosos dulces portugueses, elaborados con su receta secreta y original.

A esta visita cabe añadir el Parque de las Naciones, el lugar más moderno de la ciudad, que fue renovado para la Expo de 1998, y donde podrán observarse emblemáticos edificios como la estación de Oriente, que fue diseñada por Santiago Calatrava o el Pabellón Atlántico, destinado a la celebración de conciertos y eventos de carácter deportivo.

Pero, si se visita esta zona, parada obligatoria para pasar la tarde del segundo día será el Oceanario de Lisboa, el segundo mayor acuario interior de Europa, después del Oceanogràfic de Valencia, que cuenta con aproximadamente 16.000 ejemplares de 450 especies marinas diferentes, que se encuentran y viven en cuatro espacios distintos, donde pueden encontrarse especies tan diferentes como peces luna de gran tamaño, rayas, nutrias o barracudas.

Tercer día

Si ya se ha visitado el centro histórico, el barrio de Belém y el Parque de las Naciones , el tercer día se reserva para Sintra, Cascais, Estoril y sus alrededores. Esta visita puede hacerse con guía, donde se incluirá el transporte en bus o por libre.

Sintra, la visita principal, es un pueblo pequeño y tradicional que se encuentra emplazado a unos 20 kilómetros de Lisboa y que cuenta con una parte nueva y más moderna, ciudad dormitorio de la capital, aislada de la parte antigua. Es precisamente el centro histórico con un casco y unos palacios que son espectaculares, lo que hace que el lugar cuente con gran interés turístico. La ciudad se encuentra bajo la sierra, y con unas calles encantadoras ha logrado se declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Palacio de Queluz

Sus palacios son dignos de visitar. El principal es el Palacio da Pena, que cuenta con una maravillosa arquitectura y unos espectaculares interiores. Además se encuentra emplazado dentro de unos maravillosos jardines en la parte más alta de una montaña. Interesantes son también el Palacio Nacional, que está ubicado en el centro histórico y se reconoce por sus chimeneas blancas y la Quinta da Regaleira o el Castelo dos Mouros. De este último sólo quedan ruinas, pero vale la pena visitarlo por sus maravillosas vistas de los paisajes de Sintra.

A la vuelta, vale la pena parar a visitar Cascais, un tradicional y pequeño pueblecillo, que, de ser un puerto de pescadores se ha convertido en un lugar de veraneo y de segunas casas para las clases más elevadas. Su encanto principal radica en las pequeñas playas que la bordean. La segunda parada interesante, antes de regresar a descansar sería en Estoril, una zona residencial exclusiva de aristócratas donde se puede visitar su famoso casino, en el cual estuvo inspirada una de las novelas de James Bond.

A la vuelta, vale la pena parar a visitar la Playa das Maças, los alcantilados de Cabo da Roca, dónde se encontrarán unas vistas maravillosas de la costa. Cascais, un tradicional y pequeño lugar que ha sido reconvertido de puerto de pescadores a lugar de veraneo para las personas de clase alta cuyo mayor encanto son sus playas pequeñas.  También la Playa  de Guincho, que se encuentra roedeada de dunas y la rocosa zona de la Boca do Inferno. Además de Estoril, una exclusiva reservada a la aristocracia donde se puede acceder al casino que inspiró una de las novelas de James Bond.

Cuarto día

El cuarto día puede dedicarse a visitar los lugares en los que no ha dado tiempo a profundizar en días anteriores o puede realizarse una variada ruta y aprovechar para conocer mejor los alrededores de la capital.

Empezar, por ejemplo, el cruzando el río Tajo para visitar el margen sur y ver la ciudad desde el otro margen, utilizando algunos de los barcos, catamaranes o ferries que salen de Lisboa.

Continuar después visitando algunas de sus playas y zonas costeras, de entre las que destacan la Costa de Caparica, la zona preferida para los lugareños, compuesta por diferentes playas, todas ellas ubicadas al sur del río Tajo, que ocupan más o menos unos 15 kilómetros en conjunto. Otras opciones son la tranquila playa de Santo Amaro de Oeiras, la playa del Tamariz, la de los Pescadores o la de Carcavelos.

Seguir la visita con la ciudad de Queluz, cuyo principal atractivo radica en que en ella se encuentra emplazado El Palacio Nacional de Queluz, que también es denominado Palacio Real y que sirvió de hogar veraniego para uno de los reyes de la historia portuguesa. Y este día puede concluirse con la visita a Mafra, lugar tranquilo emplazado a unos 50 kilómetros de Lisboa, donde se encuentran el Convento, y el Palacio, de la Ciudad de Mafra. Y por último acabar la jornada dando un paseo, descansando, pescando o haciendo surf en el pueblo pescador de Ericeira.

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